La larga búsqueda del término medio. La historia de la
filosofía nos lo ilustra desde la figura de un pensador tan antiguo como
Aristóteles. En literatura, el Neoclasicismo y la Ilustración también
persiguen este empeño griego en la mesura y la huida de los excesos.
En el artículo de Nacho Garzón se
expresa esta misma preocupación en relación a la crítica teatral: cómo ejercer
una crítica profesional y responsable sin caer en ninguno de los dos extremos, ni
pasarse ni quedarse corto.
Esta preocupación en torno a la cual
gira el artículo es encarada de modo práctico por Eduardo Haro Tecglen en su
sutil crítica del libro de Miguel Ángel Menassa.
Lo más destacable desde mi punto de
vista, y que, ya desde la enunciación, ya desde el ejercicio de la propia
crítica, se encuentra presente en los dos artículos, es esa necesidad de no
perder de vista el respeto ante quien ha dedicado esfuerzo y
trabajo a mostrar algo sobre un escenario. Pocas formas de arte evidencian
mejor que el teatro la desnudez prácticamente absoluta del creador o la
creadora ante su obra mostrada. La crítica teatral no puede perder de vista
este hecho; no como motivo para la compasión, sino para el respeto por ese acto
de honestidad. Como menciona Nacho Garzón, de esta actitud de respeto debe
derivar una humildad ante lo que se critica.
Quien critica no es omnisciente ni
todopoderoso y puede equivocarse -y, de hecho, como en el resto de facetas
humanas, se equivoca con frecuencia. Cuanto menores sean las pretensiones de
partida menos doloroso resultará reconocer el error cuando este se produzca. Lo
mismo en crítica que en el propio arte criticado.
Todo esto no significa, desde luego, que
la obra, el producto de ese esfuerzo artístico, no pueda -y deba- ser
criticada. Este ejercicio de examen forma parte de esa misma actitud de respeto
hacia el trabajo ajeno: no hay mayor falta de respeto, en este sentido, que la
de la indiferencia.
¿Cómo debe, pues, ejercerse esta
crítica humilde y respetuosa pero necesaria al mismo tiempo? Poniendo los
propios conocimientos y experiencias al servicio del público y de los
creadores, y con la conciencia simultánea de las propias limitaciones. En
ese sentido, la crítica debería estimular y alentar procesos de mejora y
posibilidades inexploradas, así como iluminar conexiones y paralelismos con
otros contextos sociológicos y artísticos.
En realidad, no se trata
tanto de la búsqueda de términos medios como de la excelencia o mejora en aquello en lo que se trabaja. Esta excelencia puede no encontrarse en el propio espectáculo,
y en ese caso habrá de ser apuntada. La búsqueda y la profundización en los
procesos de mejora es lo único que puede salvar, tanto al arte como a la
crítica, de creerse más o menos de lo que realmente son. Lo mismo, repetimos, en
crítica que en arte.