lunes, 15 de octubre de 2012

Un oficio con importancia




Las cosas más importantes de esta vida parecen ser, justamente, aquellas a cuya consideración no suele concederse una gran cantidad de tiempo y de recursos.

Dice Nieva en su artículo que en el panorama actual de sobrecarga literaria de textos y obras, resulta superflua la publicación de una novela o una poesía más o menos. El escritor ya no cumple la función social que le era reclamada en el siglo XIX, y hasta se encuentra en entredicho la cuestión misma de si cumple función social alguna.

Nadie puede escribir hoy día, continúa Nieva, con la pretensión de hacerse rico, ni siquiera muchas veces, con la pretensión de ganar algún dinero. Ejemplifica para ello con el caso del poeta. El artículo, del año 2000, ha visto incrementado su sentido con el paso de los años y los avatares de estos últimos tiempos. Los debates acerca de la literatura como forma de ganarse la vida son cada vez más complejos y arriesgados, y tienen que vérselas muchas veces con los problemas de la gestión de los derechos de autor y también con muchas actitudes de incomprensión hacia los gremios de la cultura.

Nadie que escriba lo hará pensando en ganar dinero con ello. O, por lo menos, nadie lo hará en primer lugar y de forma prioritaria. La necesidad de escribir no está ligada a la de comer. Nieva habla de la escritura como condena, y es ahí donde se revela el carácter paradójico del artículo, que nos habla en el título de un oficio sin importancia mientras reivindica los orígenes no contingentes ni voluntarios del acto de escribir.

El escritor o la escritora escriben porque no pueden dejar de hacerlo. Como vía de comprensión y acercamiento al mundo que les rodea y también a sí mismos, la escritura es para Nieva una condena.

Por todo ello, el de la escritura es un oficio al que no debería concederse una importancia especial. Del mismo modo que no se la concedemos a la necesidad de respirar o parpadear esporádicamente. Simplemente, y cuando llega el momento, se respira o se parpadea. Así se escribe. Escribamos, pues, y dejemos de darle vueltas al hecho de hacerlo. Escribamos.

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