martes, 19 de febrero de 2013

EL AMANTE DEL CIRCO




La crítica teatral no influye en el ánimo del público
Alfredo Marquerie, 29 de abril de 1965, Tánger

Alfredo Marquerie. Mahón. 1907.



Periodista y crítico teatral, Marquerie pasó su infancia y su juventud en Segovia y Marruecos. Se doctoró en derecho en Madrid pero no llegó a ejercer, pues pronto eligió el camino del periodismo y la literatura. Durante su carrera obtuvo numerosos premios por sus trabajos periodísticos, entre ellos dos Nacionales de Teatro. Ejerció la crítica teatral, primero en INFORMACIONES, luego en ABC y finalmente en el diario PUEBLO. Fue redactor jefe de NO-DO durante veinte años, colaborando activamente en radio y televisión. Su labor como corresponsal de prensa le llevó a viajar por toda Europa para entrevistar a destacadas personalidades de la cultura y la política. Publicó miles de artículos y medio centenar de libros de poesía, crítica, novela, cuento, biografía y ensayo. También fue director teatral y adaptador de los clásicos, griegos, latinos y españoles. Falleció en 1974, a la edad de sesenta y siete años, víctima de un accidente de automóvil.



A pesar de su inicial adhesión a la República, Marquerie fue uno de los intelectuales que formó parte de la Falange desde su fundación. Después de la guerra civil se convertiría en figura destacada del panorama cultural de la España franquista. Entre la mediocridad reinante, Marquerie se distinguió por su personalidad polifacética, su amplia cultura y su temperamento activo, vehemente y apasionado.



En ese ambiente de férrea censura y a pesar de su significación política favorable al régimen autocrático de Franco, Marquerie valoró positivamente el teatro anglosajón del momento y el teatro alemán de vanguardia. Defendió el teatro del absurdo de Mihura y Tono frente al de Ionesco, realizando encendidos elogios de NI POBRE NI RICO y sobre todo de TRES SOMBREROS DE COPA, textos anteriores a LA CANTANTE CALVA, LAS SILLAS o LA LECCIÓN, del dramaturgo francés de origen rumano. Marquerie admiraba el humor de Mihura, por la poesía que llevaba dentro. También realizó una defensa, que convirtió en lucha personal, de la obra de Jardiel Poncela, contra el rechazo que el teatro del dramaturgo suscitó entre los críticos de la época. 



En la profesión teatral la opinión de Marquerie era garantía suficiente para que un autor saliera adelante. Si no se contaba con el visto bueno de Marquerie, el creador estaba perdido. En una época en la que los críticos tenían sabiduría teatral y poder editorial, sus críticas preocupaban tanto a los directores de periódicos, como a los directores de escena, a los intérpretes y a los dramaturgos. Marquerie convivía con las gentes de la farándula, además leía en francés e inglés y estaba al día de los textos que se exhibían en los países del entorno europeo. Era respetado y leído. Pronto se convirtió en un creador de opinión.

Marquerie dejó paso en la sección de crítica teatral de "Informaciones" a Eduardo Haro Tecglen, autodidacta total que nunca pisó un aula universitaria consiguió ascender, en aquel ambiente periodístico, hasta las más altas responsabilidades, siendo pues "heredero" de Alfredo Marqueríe en el diario al servicio del régimen franquista. Las semejanzas y oposiciones en la forma de hacer crítica de estos dos hombres, pertenecientes a diferentes generaciones e ideologías, darían lugar a un interesante estudio de la evolución de la crítica teatral en España, y de la Historia del país, desde 1930 hasta el final del siglo XX. 



Alfredo Marquerie sintió un amor especial por el circo, una pasión que le llevó a escribir varios libros sobre el arte circense. En múltiples ocasiones actuó en las pistas con fines benéficos e hizo peculiares entrevistas sobre la arena. Sobre este mundo escribió reportajes que reflejan momentos intensamente vividos. Era una devoción "espectacular" que le llevó, entre otras cosas, a entrevistar a un domador desde el interior de una jaula de leones y a publicar después Desde la jaula de los leones, libro que narra las anécdotas vividas. Alcanzó notoriedad con sus reportajes, para después contar sus experiencias e impresiones de una manera directa, con una prosa viva teñida de humor. Un mes con el circo (1955) es al tiempo narración y diario de treinta días vividos por Marqueríe en el Circo Estambúl, bajo el nombre de Profesor Ignotus, prestigitador que cubría sus ojos con un antifaz.

En su libro de memorias Personas y personajes, Marquerie repasa sus años de infancia y juventud y presenta una serie de semblanzas sobre un grupo de hombres (solamente hombres, no aparece ninguna mujer en sus recuerdos) a los que conoció y admiró, agrupados en cuatro categorías: directores, extravagantes, gentes de circo y figuras estelares.



ANTONIO MACHADO

Marquerie llegó a conocer en persona y con cierta intimidad al poeta sevillano, durante el tiempo que este vivió y trabajó en Segovia, ciudad a la que llegaría en noviembre de 1919. Marquerie recuerda la devoción que él y sus jóvenes compañeros sentían por la labor pedagógica de Machado: "nos preguntaba, nos oía, hasta se dignaba polemizar, sin tener para nada en cuenta la abismal diferencia de edad, talento y cultura. Nos aleccionaba sencilla y cordialmente..."



En Segovia Machado conoció a Güiomar, la musa de sus últimos versos, con quien mantuvo una relación de amor platónico. Parte de la apasionada correspondencia que mantuvieron fue publicada años más tarde por Concha Espina.



En su retrato machadiano Marquerie ofrece una imagen humana del poeta y refiere sabrosas anécdotas que confirman el aspecto descuidado del profesor de instituto y corroboran aquellos conocidos versos : "ya conocéis mi torpe aliño indumentario".  Según cuenta el escritor y periodista mallorquín, una de las visitas a Machado que más eco dejó fue la que realizó un grande de la poesía española, Juan Ramón Jiménez. Machado ofreció a Juan Ramón una silla de mimbre para que el poeta onubense descansara, pero este la rechazó por que un huevo frito seco anidaba petrificado en el asiento. Aunque este incidente pudiera resultar exagerado, Marquerie confirma que no era infrecuente ver a Machado con lamparones, ceniza seca y hasta un macarrón adherido en su levita. Resulta grato al lector la manera en la que Marquerie combina las imágenes de la vida cotidiana de Machado, sus largos paseos, su afición al vino barato de las tabernas, con otras en las que se pone de relieve su extraordinaria sensibilidad poética, sus anotaciones en los cuadernos que siempre llevaba consigo, el extremado lirismo que Marquerie alaba sin reservas.

Marquerie también coincide con el poeta en los viajes que Machado hace a Madrid. En estas escapadas a la capital, a finales de los años veinte, Machado frecuenta a una mujer pequeña y delgada que se parece enormemente a Leonor, la joven esposa muerta del poeta. Marquerie los ve juntos en el Café del Norte y se extraña de que Machado comparta velador junto a ella. Al día siguiente de verlos Marquerie está sentado con un grupo de amigos y comprueba que la mujer ha vuelto al café y está esperando en la puerta. Se da cuenta de que es una prostituta que ha establecido allí su puesto de guarda en espera de clientes. Marquerie la aborda y se produce el siguiente diálogo:

MARQUERIE: ¿Y conoces mucho a este señor?
MUJER: Ya lo creo, viene cada sábado a buscarme.
MARQUERIE: Y ¿Sabes quién es?
MUJER: No..debe ser un sabio. Entiende de todo y me dice cosas muy bonitas. Es amable y cariñoso como nadie....vamos, como si en lugar de ser lo que soy, fuera una señorita. ¡Qué caballero!
MARQUERIE: ¿Y cómo le conociste?
MUJER: Como a todos. Le dije: "¿Quieres venirte conmigo?" Y cuando me despido le digo que vuelva pronto y le llamo "serrano".
MARQUERIE: ¿Y por qué?
MUJER: Por que así llaman en mi pueblo a los de Segovia. Y creo que él es de allí.
MARQUERIE: No, no es de allí, vive allí.
MUJER: Qué más da. Además le gustan mucho los tiestos con rosas que tengo en el balcón.

Unos versos de Machado describen de forma poética sus encuentros con la prostituta:

Y rosas en un balcón,
a la vuelta de la esquina,
calle de Válgame Dios.
Amores en el atajo,
de los de "vente conmigo".
¡que vuelvas pronto serrano!

Marquerie concluye la semblanza de Machado con una gran tristeza. En el último encuentro entre ambos, pocos días antes del estallido de la Guerra Civil, Machado, siempre según Marquerie, aunque se define como "liberal" abomina de las formas con las que se comportan las huestes comunistas, especialmente las mujeres. Esta última entrevista iba a ser publicada en el periódico "Informaciones", pero el estallido de la contienda lo impidió. Marquerie se lamenta del destino que sufrió Machado, de la utilización que se hizo de su figura y del abandono de sus restos en Colliure, ante la indiferencia del régimen franquista por aquel "hondo, extraordinario e inmenso poeta".


Interludio



Investigando sobre la huella que Alfredo Marquerie ha dejado en la profesión de crítico teatral hemos encontrado diferentes referencias, no solo bibliográficas, sobre su trabajo como escritor de críticas teatrales, si no también manieristas, es decir inspiradas en su propio estilo como crítico. Aquí tenemos una muestra en la crítica publicada hace unos meses por Antonio Castro con ocasión del estreno de "La loba".


No es “La Loba” una obra habitual en la escena española. Seguramente muchos directores interesados no se atrevieron a montarla teniendo el precedente de la versión cinematográfica protagonizada en 1941 por Bette Davis. No obstante, en 1957, el director Claudio de la Torre la presentó en el María Guerrero con el título de “Como buenos hermanos”. En el estreno Alfredo Marqueríe afirmaba que la obra “adolece de los defectos del folletín y del melodrama”. Medio siglo más tarde se confirman estos defectos. Y no es que la capacidad depredadora de los hermanos Hidden no sea plenamente actual. Que su inmoralidad a la hora de engañar a los más desfavorecidos no siga existiendo entre banqueros y empresarios. Es que el drama gira en torno a las maniobras de Regina para escapar de su entorno rural, de infiltrarse en la alta sociedad a costa de lo que sea. También existen hoy cientos de reginas que venden su alma al diablo por estar diez minutos en un plató de televisión. 


Pero a esta loba de Nuria Espert parece que le quedan pocos colmillos y no demasiado afilados. La participación de la actriz responde a esa idea del teatro que apuntábamos al principio. A una época en la que no importaba que la edad del intérprete se alejara décadas de la de su personaje. Cuando la adolescente Doña Inés la hacían actrices de cincuenta años y el juvenil Tenorio ancianos de setenta...



Para la lectura de críticas y otros textos teatrales de Alfredo Marquerie, remito al blog

http://criticateatralteoria.blogspot.com.es/2011/03/sobre-alfredo-marquerie.html

en donde encontraréis cumplida información y ejemplos de su trabajo como crítico teatral. 



DRAMATIZANDO A MARQUERIE



LA CASA DE LA PLAZA DEL PROGRESO 

MADRID, JUNIO DE 1932.

1. Despacho del director del periódico "Informaciones". PUJOL, el director, está sentado detrás de una mesa repleta de papeles, galeradas, lapices rojos y azules. La puerta se abre y entra un joven vivaracho de 25 años, MARQUERIE, el redactor.

PUJOL: Pase, pase Marquerie.
MARQUERIE: Buenos días señor, ¿Cómo va lo mío?
PUJOL: Tranquilo, tranquilo. Todo a su tiempo. Ya he hecho el contacto familiar con los dueños del periódico. Hay que esperar.
MARQUERIE: Pero ¿me quieren aquí o no? Por que yo puedo esperar, pero si no me quieren me busco otro diario y...

El director le corta en seco

PUJOL: Calle, hombre, calle, no sea tan vehemente. A ver, haga usted puntos...
MARQUERIE: ¿A quién tengo que desayunarme esta mañana?

PUJOL: Un primer espada. Adivine.
MARQUERIE: ¿Unamuno?
PUJOL: Frío.
MARQUERIE: ¿La Xirgu?
PUJOL: Templado.
MARQUERIE: Lorca
PUJOL: No.
MARQUERIE: (Con cara de espanto) ¿Valle-Inclán?
PUJOL: Ahí le ha dado.

Marquerie se sobrepone a la primera impresión y se pone firme.

MARQUERIE: ¿Cuándo?
PUJOL: Ahora mismo. Valle Inclán está quejoso, y con razón, con la República.  Vaya a verle y tírele de la lengua. Y vuelva corriendo, quiero sacarlo en la edición de mañana.

Marquerie hace ademán de replicar pero el director le señala la puerta y el joven redactor sale corriendo.

2. PLAZA DEL PROGRESO. PISO. HABITACIÓN.

a) Marquerie de pie frente a un portal, fumando compulsivamente un cigarrillo, con un bloc de notas en una mano y un lapicero corto en la otra.

MARQUERIE: (Ensayando) Buenos días, Don Ramón, cómo está su salud. ¿Me envían del periódico...tonterías...allá voy....

Marquerie tira el cigarrillo, guarda el bloc en un bolsillo y entra en el portal.

b) Marquerie llama a una puerta, después de unos segundos, CONCHI, una joven atractiva de la misma edad que Marquerie, abre la puerta.

CONCHI: Buenos días ¿Qué desea?
MARQUERIE: (Que se ha quedado prendado por la joven, tartamudea). Bueeeeee....perdone...me mandan para hablar con....Valle, vaya, vaya...
CONCHI: Oiga, ¿está usted bien?
MARQUERIE: (Se recompone). Sí, sí, perdone. Me envían del diario "Informaciones" para hacerle una interviú a Don Ramón. ¿Usted es su hija?
CONCHI: (Le mira de arriba abajo). Sí, pase, mi padre le está esperando.

Conchi le hace pasar y le conduce a través de un largo pasillo hasta la puerta de una habitación.

CONCHI: Tenga cuidado con lo que le dice. Está muy enojado, además le acaban de hacer una trasfusión de sangre y se encuentra débil. Si le amenaza o le saca un cuchillo que tiene debajo de la almohada, grite y yo vendré a ayudarle.

Marquerie aguanta la respiración. Conchi abre la puerta. Por el balcón semicerrado de la alcoba entra oblicuamente una espada de luz. Un hombre de más de sesenta años, delgado, pálido, con larga barba blanca y camisón del mismo color, fuma cigarrillos aromáticos tumbado en la cama. Al hombre, VALLE-INCLÁN, le falta el brazo izquierdo.

(Continuará)

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