Las terribles secuelas físicas
y psíquicas de un veterano de guerra
El actor y director madrileño Eduardo
Fuentes regresa a la capital con la puesta en escena del Caso 315, monólogo
en el que el actor Juan Díaz da vida a un joven campesino, protagonista de una
apocalíptica odisea bélica en plena selva nicaragüense. Después de su estreno
en Madrid, el público podrá descender a este infierno verde en la gira que la
compañía comienza el próximo sábado, diez de noviembre, en Galicia.
Eduardo Fuentes descubrió la historia
del Caso 315 una tranquila mañana de domingo. “La historia apareció publicada
en prensa en 1986, escrita por Julián Egea, un cooperante español que había
recorrido diferentes países latinoamericanos. Egea entró en Nicaragüa y exploró
los lugares en donde se había desarrollado la revolución sandinista y las
posterior guerra civil que asoló el país”, explica Fuentes. “En el artículo
encontré el relato en primer persona de un soldado que se encuentra en proceso
de rehabilitación en un hospital militar tras una experiencia traumática en
manos de la contra nicaragüense, el ejército mercenario respaldado por el
gobierno de Ronald Reagan, formado tras el triunfo de los sandinistas”. Fuentes
vio inmediatamente que ahí había un monólogo dramático y decidió buscar la
forma de llevarlo a escena.
Impresionado por la dureza de las
vivencias de este joven campesino, Eduardo Fuentes, que entonces tenía 25 años,
asumió la tarea de interpretar el texto. El Centro Nacional de Nuevas
Tendencias Escénicas atendió la propuesta y el espectáculo se montaba un año
después en la Sala Olimpia, actual Teatro Valle-Inclán, en Madrid. “Se ha producido de forma natural un relevo
generacional y hoy es Juan Díaz, actor de reconocida trayectoria en teatro,
cine y televisión el que afronta el trabajo de poner cuerpo y voz al
protagonista del monólogo. El encuentro de Juan con el texto ha generado en él,
como en su día generó en mí, la necesidad de volver a hablar del Caso 315, de
denunciar los estragos que la guerra puede llegar a producir en las personas.
Sobrevivir con estas secuelas puede convertirse en algo peor que la muerte”,
concluye Fuentes.
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